Hace unas semanas, celebrando el cumpleaños de uno de mis compañeros de piso, Toño, armamos la fiesta padre. Y como ya viene siendo tradición en esta casa, acabamos en la que es ya nuestra mezcalería de guardia, La Clandestina. Como acabó o acabáramos, no tiene parangón. La verdad que estuvo muy divertido. En fin, que ya en la embriaguez que casi nos poseía (bueno a alguno que otro tuvo que venir el padre Karras a practicarle un exorcismo) nos empezaron a echar de la mezcalería. Y claro nosotros la mar de a gusto con nuestra tercera jarrita de mezcal reposado en la mesa, nos dicen que nos tenemos que ir... Total, que como no somos tacaños ni nada... (aquí se le dice ser codo). Empezamos a argumentar que no nos podíamos ir que teníamos el mezcal por la mitad y que si querían que nos fuéramos nos tenían que poner el mezcalito para llevar. Y el sujeto en cuestión, un camarero brasilero muy buen pedo (y todo rima), se fue con nuestro mezcal. La verdad que todos creíamos que nos lo iba a dar en un vaso de plástico o en una botella de agua vaciada de plástico, pero no, el compita apareció con el mezcal en una detallista botella de cristal ,que es la que veis en la foto, cortesía de la casa.
Estas son una de esas cosas que me gustan de México.Por cierto, si creéis que nosotros acabamos mal (que así fue) no sabéis cómo acabó la casa...
Yo no sé si era la borrachera o qué, pero me encantó la botellita y el detalle,
aunque también nos dejamos un dineral en alcohol...
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